Hay una esquina, entre miles de esquinas coquetas en Nueva York, con un pequeño deli-market que desde la vidriera invita a comprar damascos turcos, higos de Calimyrna, almendras ahumadas, avellanas confitadas, chocolates, tomates en escabeche, o simplemente a tomarse un café en la barra que mira a la 8th Avenue y pensar que cualquier cosa puede pasar. Nueva York invita a todo. Puede entrar Alec Baldwin vestido de traje y pedirse un capuccino mientras descansa del rodaje de una película que está teniendo lugar apenas unas cuadras más allá, frente al Central Park. O Ed Harris puede fumarse un pucho desde la vereda del hotel Ritz mirando ese mismo rodaje y poner cara de ser un curioso más mezclado entre los turistas que sacan fotos, extasiados con las múltiples posibilidades que ofrece la ciudad que nunca duerme. Puede que en un hotel lindante esté haciendo su check in Roger Federer y que muy pronto Gabriela Sabatini haga lo mismo porque Nueva York los convocó a un partido de exhibición en su mítico Madison Square Garden. O quizás Joel Kinnaman se esté lookeando para la premier de la nueva película que lo tiene como estrella, Una noche para sobrevivir, a pocas cuadras donde un año atrás rodaba escenas de alta tensión convertido en héroe de acción, lleno de sangre y tierra, con arma en mano y Liam Neeson de protector. Y que piense en eso: "En esta ciudad todo puede pasar. También en la vida". Desde su Suecia natal hasta su éxito en Hollywood, el actor que se hizo famoso como protagonista de la serie The Killingdemuestra que su carrera es una especie de montaña rusa que lo lleva a distintos ritmos, pero sin dudas, avanza: "Las cosas pueden fluctuar, y tenés que mantener tu ojo firme en lo que querés y por qué lo querés. Después ser paciente y no venderte al primer postor".
Estar en el momento indicado, en el lugar indicado, dicen algunos. Otros, lo llaman suerte: tenía 10 años y se llamaba Charles Joel Nordström cuando hizo su debut actoral, aunque todavía no sentía la vocación inyectada en sus venas. Una de sus cinco hermanas estaba saliendo con el hijo de Ingmar Bergman y un día lo llevó a la casa del famoso cineasta que quedó impactado por su histrionismo y le sugirió que se presentara al casting de una telenovela que estaba filmando en Estocolmo. Quedó, y durante un año fue una estrella televisiva. Luego, la adolescencia y su furia lo alejaron de esas ambiciones. Hasta que a los 18 años algunos amigos lo impulsaron a convertirse en actor. "Para mí, convertirme en actor ya era una meta muy difícil de alcanzar. Apliqué para varias escuelas y estudié durante mucho tiempo teatro", cuenta a Personajes.tv. Ensaya algunas palabras en español y recuerda muy bien Buenos Aires, un destino exótico que lo conquistó desde que aterrizó en la Argentina en 2005 con una compañía de danza experimental, con la que realizó presentaciones también en el interior. Por entonces, aunque en Suecia ya sumaba títulos en su filmografía, su cara y su porte de dios escandinavo no eran reconocidos en las calles del mundo, así que pudo pasear a gusto por el país. Poco tiempo después llegaría Hollywood, y el éxito de ultramar.
"No tenía ese sueño de llegar a Hollywood. Cuando estás frente a la cámara, da lo mismo dónde estés", dice en perfecto inglés. Superar la barrera idiomática fue un punto a favor en su carrera. Se educó en una escuela bilingüe, aunque también en su casa se hablaban los dos idiomas: su padre es estadounidense, y su madre, sueca. Con 1.90 metros de altura, un físico impactante, y un look bien nórdico, estuvo a punto de obtener el papel protagónico de la superproducción de Kenneth Branagh Thor, que finalmente quedó en manos del galán que causa furor en las adolescentes, Chris Hemsworth.
"Todo fue muy bien, muy rápido, y pude levantar la vara un poco más alto y venir a trabajar acá", cuenta ahora el actor. Dice la leyenda que fue el representante de Johnny Depp el que le consiguió su pase a Hollywood. Las series pueden ser el gran trampolín o congelar a un actor para siempre en un mismo rol. El caso de Kinnaman es el primero. Su papel como Stephen Holder en la serie The Killing lo convirtió en una figura popular. Pero desde entonces encarnó una lista de personajes tan diferentes entre sí que es elocuente sobre su versatilidad. "La cultura en la que crecí destaca a los actores que toman diferentes roles. Si alguna vez soy afortunado y tengo una audiencia que siga mi trabajo, mi sueño sería que que vayan a ver una película pensando ‘¿qué rol va a hacer esta vez?’", dijo en una entrevista reciente.
Fue Christer Malm en La chica con el dragón tatuado. Luego, RoboCop. Se embebió de ciencia ficción para The darkest hour y ahora se pone en la piel del hijo bienhechor, de un ex mafioso y asesino profesional, sensible y padre de familia, en Una noche para sobrevivir, que estrena hoy en los cines argentinos. También se lo puede ver en el recientemente estrenado thriller El niño 44 y se sumará al elenco de superhéroes de Suicide Squad, comandado por Ben Affleck, Jared Leto y Margot Robbie. Quizás ese sueño ya se haya cumplido.
Fan de los tatuajes -los tiene en gran cantidad y bien a la vista-, tras una larga relación con la actriz Olivia Munn, comenzó un intenso romance con la modelo y artista del tattoo Cleo Wattenström, una despampanante morocha que le robó el protagonismo en la alfombra roja de Una noche para sobrevivir, película que lo llenó de gratificaciones. "Es un guión hermoso, muy emotivo", dice. "Siempre me sentí muy conmovido por las relaciones entre padres e hijos y esta película me dio la posibilidad de explorarlas", nos cuenta.
Entre la pantalla grande y la televisión, asegura que le apasionan los dos formatos. "El cine es una historia corta, y la serie es más como una novela", explica y aunque reconoce que hay "mejores dramas en televisión", se considera amante del cine: "No voy a dejar la pantalla grande de ninguna manera".
Feliz con el presente profesional que lo tiene leyendo guiones sin parar, Kinnaman sonríe agradecido: "Me siento muy bendecido porque estoy trabajando con los mejores directores del mundo, y los mejores actores".
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