La tensión entre China y Japón por las islas Diaoyu (en chino) o Senkaku (en japonés) alcanzó hoy un nuevo máximo. A primera hora de la mañana, seis patrulleras chinas se aproximaron al archipiélago, ubicado en el mar de China Oriental entre Okinawa y Taiwan, e invadieron aguas territoriales japonesas. El objetivo era “reforzar la legalidad” y “demostrar la jurisdicción china sobre las islas”, según un comunicado.
El incidente terminó con las seis patrulleras abandonando el lugar tras repetidos avisos de la guardia costera japonesa. Tres de ellas marcharon al cabo de 90 minutos, y el resto siete horas después, según la televisión japonesa NHK. El episodio se zanjó sin violencia.
“El envío de seis barcos es un caso sin precedentes”, denunció el jefe de gabinete nipón, Osamu Fujimora. El embajador chino en Japón, Cheng Yonghua, fue convocado por el ejecutivo nipón para trasladarle su protesta.
China considera que las islas Diaoyu o Senkaku, bajo las que estiman grandes yacimientos de gas y petróleo, además de ricos recursos pesqueros, puede ser un activo estratégico clave en las próximas décadas. Por eso ha decidido tensar la cuerda al máximo y romper todos los lazos con su odiado vecino, luego de que Tokio comprara esta semana tres de los islotes del archipiélago a un empresario japonés por 26 millones de dólares.
La televisión nacional china y la prensa llevan una semana bombardeando a la población con mensajes muy duros contra Japón e información casi al minuto de lo que sucede en este archipiélago de apenas 7 kilómetros cuadrados. Eso ha provocado estallidos de ira antijaponesa a lo ancho del país. Miles de personas postearon mensajes incendiarios en las redes sociales, mientras otros cientos se manifestaron durante tres días consecutivos frente a la embajada japonesa en Beijing.
“Japón subestima nuestra determinación en proteger nuestra soberanía. Fracasará esta vez igual que cuando provocó la II Guerra Mundial con China. Tiene que aprender la lección”, arengó Zhang Haiwen, vicedirectora del Instituto de Estrategia y Desarrollo del Océano, en la televisión en horario de máxima audiencia. “Comprar las islas es un comportamiento vergonzoso. Vamos a tratar de romper el control de Japón, su supervisión y vigilancia a través de tecnología avanzada. También podemos fortalecer la presencia de cruceros de vigilancia, así como aviones y satélites, y retener los barcos privados de Japón en esa zona”, afirmó Gao Hong, subdirector del Instituto de Japón de la Academia China de Ciencias Sociales.
“Hay que mantener la cabeza fría”, pidió Estados Unidos a ambos países. Pero no parece que Beijing esté dispuesto a rebajar el tono. La televisión nacional (CCTV) decidió ayer retirar la publicidad de firmas japonesas en todos sus canales, y un comunicado oficial instó a todas las empresas culturas a cancelar todas las relaciones e intercambios con Japón. Peor parados están saliendo los 150.000 japoneses residentes en China. Se han reportado seis actos de violencia “serios” en el país, según el consulado nipón en Shanghai. Japón ha emitido una advertencia de seguridad a todos sus ciudadanos.
La nacionalización japonesa de las Diaoyu podría provocar incluso la guerra, según indicó una editorial del Diario del Pueblo, vocero del Partido Comunista. “Los ciudadanos deben estar preparados para los peor, una guerra contra la alianza Japón-Estados Unidos”, indicó. No obstante, los expertos consideran remoto ese peligro. “China ha enviado barcos desarmados para reclamar su soberanía, y Japón está usando guardacostas en respuesta. Ningún bando ha desplegado a su Armada, si bien una colisión entre navíos civiles podría desembocar en una auténtica crisis”, consideró el sinólogo Taylor Fravel, del Instituto de Tecnología de Massachusets, a Clarín.
China considera que el archipiélago es parte de su territorio desde hace siglos, ya que fue un enclave de pescadores. No obstante, Japón se anexionó las islas en 1895 al permanecer inhabitadas. Estados Unidos tomó posesión de la zona tras la Segunda Guerra Mundial, y devolvió el archipiélago a Japón en 1972, dos años después de detectarse los posibles yacimientos petrolíferos.
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