* Por Rodrigo Lussich (desde Chile): Con el mayor de los respetos, mi relato de estas horas trágicas; las horas previas y posteriores al peor desenlace en la vida de la familia Vicuña Ardohain.
Me toca hoy estar en el lugar de la peor noticia, en el que nunca hubiese querido estar, ni nunca hubiese querido informar.
Estuve en la Clínica Las Condes de Santiago de Chile los días previos a este sábado de luto y dolor por la muerte de Blanca Vicuña; y en las oportunidades en que accedí al entorno de allegados a la pareja de Carolina Ardohain y Benjamín Vicuña las palabras se repetían sin cesar: "Fuerza Blanquita" y "Esperanza".
Hoy, ver la inscripción "Fuerza Blanquita" en las camperas de amigos, familiares y colaboradores de la familia, mientras se abrazaban y rompían en llanto, tuvo otra connotación; la peor, sin dudas, ante la tragedia que era un hecho.
Ya anoche las versiones eran inquietantes y alarmantes. Con Adrián Pallares -con quien somos responsables de RatingCero.com- elegimos y preferimos el silencio, el respeto y la prudencia. Cada palabra dicha o escrita, al no estar confirmada, era pirotécnia periodística pura.
Al conocerse los trascendidos -esta mañana- de que a raíz de un derrame cerebral Blanquita había sido operada, fui a constatar la información al propio lugar de los acontecimientos: el escenario del dolor. En el camino llegó la noticia más dolorosa y apenas llegué a Las Condes se había confirmado la muerte de Blanca, cerca del mediodía.
Vi el dolor frente a mis ojos como tantas veces en mi vida de cronista. La cobertura de farándula me ha llevado por terriotorios más frívolos pero conozco de qué se trata por mi trabajo como movilero durante años; hoy volví a estar en la piel de ese tipo de coberturas pero no recordaba sentir tan de cerca la impotencia, la bronca contenida, el decir ´¿por qué?´ y no encontrar respuestas, como sucede cada vez que Dios se lleva un niño. Lo inexplicable.
Narrar en detalle lo que sucedía hoy al mediodía en la Clínica Las Condes podría ser interpretado como una alusión al morbo, y -créanme- es lo último que pretendo. Imposible explicar con palabras. Sólo una imagen -y disculpen si está de más, pero desde el punto de vista periodístico me impactó y por eso la cuento- me permito relatar: cuando los familiares de los Vicuña bajaron a la playa de estacionamiento principal del lugar llevando cajas con las pertenencias que estaban en la habitación de la Unidad de Terapia Intensiva donde estaba Blanca. No entraré en detalles de lo que llevaban esas cajas, ahí sí sería merodear lo morboso: en ese momento me quebré.
Muy sintético el comunicado de la familia llegó minutos después, específico y verdadero, doloroso y contundente: "Blanca se fue rodeada de luz y de amor, viviremos nuestro dolor en la privacidad de la familia".
Ahora el velatorio, en la capilla de un colegio religioso del Barrio Alto Las Condes donde tienen su casa los Vicuña, muy privado y solo para los más cercanos. Seguir con prudencial distancia un momento tan suyo y tan terrible será la consigna.
Me tocó venir a Chile por mi participación en un espectáculo teatral justo cuando el epicentro de la noticia estaba aquí; me desdoblé en mis tareas y estoy trabajando para cumplir con mi responsabilidad periodística como corresponde.
Muchos creen que quienes trabajamos en ésto poseemos cierta sangre fría que nos hace inmunes al dolor. Alguna vez estuve caminando entre las llamas y los restos del avión de Lapa recién siniestrado y hoy me vi nuevamente frente al estupor de la traegia inexplicable - salvando las distancias- y con el terrible, el peor común denominador.
Por cierto no todo es igual, por cierto vivo con las mismas lágrimas de ustedes lo que sucede hoy, con la diferencia que significa haberlo visto de cerca; nada que se compare a estar en el lugar de Pampita, Benjamín y de todos sus familiares y amigos, obviamente.
Insisto en que jamás hubiese querido escribir esta nota. Sepan disculpar.
Fuente: Ratingcero.com
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